domingo, septiembre 04, 2005

ALBERT CAMUS O LAS CAUSAS DEL REBELDE


Albert Camus (Argelia, 13.11.1913 - Francia, 4.1.1960)


Difícil escapar de la sensación de absurdo que acecha nuestras vidas, sobre todo cuando se sumerge uno en el alienante mundo laboral y se acercan los odiados treinta años. Imposible no preguntarse por el sentido de la existencia cuando vemos triunfar las nulidades y fracasar a los generosos. Cuando nos damos cuenta por primera vez de que el tiempo, en efecto, pasa. Cuando sentimos al despertar el peso de la piedra negra en la boca del estómago o una mano férrea que nos empuña la garganta. Cuando comprobamos que todo está entregado a las leyes del azar, y vemos principios inmutables derrumbarse como un castillo de naipes al que se ha rociado con gasolina y encendido fuego.

Y como suele suceder en cada encrucijada de la vida, encontramos alguien que ya ha dicho esto mejor que nosotros con nuestras torpes palabras, y que ya ha pensado en esto y encontramos en él (o en ella) a un hermano mayor, un buen amigo o una tía que nos da consejos. Leemos lo que han escrito estos precursores y sentimos no que tenemos un libro entre las manos sino una carta que nos han escrito precisamente a nosotros. Hablo en este caso de Albert Camus, padre del absurdismo filosófico.

Con Camus me pasa lo mismo que con todos los intelectuales franceses: los leo como quien escucha música. Es dueño de un estilo impecable, de un lenguaje lleno de gracia y que aún traducido conserva un ritmo original que me hace leerlo escuchando música de cámara. Pero -y perdonen mi atrevimiento- no escapa de esa enfermedad francesa que es el balbuceo filosófico, y esto unido a mi supina ignorancia no ayuda en nada a la hora de hacer un resumen o responder una pregunta de examen sobre la obra de este prodigioso argelino que ganó el Premio Nobel a la tierna edad de 44 años. Sin embargo, intentaré lo primero ya que lamentablemente aún no se me exige lo segundo.

Lógicamente deberíamos empezar por definir el Absurdo -así, con mayúscula. Lógicamente he dicho, y encuentro que ya desde el principio caigo en una contradicción. El Absurdo, como todas las sensaciones básicas, no puede definirse. Sólo puede sospecharse, intuirse, y sin embargo cualquiera que lo haya experimentado no necesita más referencias para saber de lo que estamos hablando. No puede describirse sino vivirse, y para aquellos que necesiten mayores aclaratorias les recomiendo que lean no los hermosos ensayos de "El Verano" ni "El Mito de Sísifo" sino que se vayan directamente a "El Extranjero", libro al que por cierto siempre remito a aquellos conocidos que cuando se enteran de en dónde vivo me preguntan con inocultable lástima: "¿Y cómo es eso?"

Ya enterados de las cavilaciones de Mersault, entremos en materia. Camus decide que el principal problema filosófico es precisamente el de la actitud que puede tomar el ser humano ante este sin sentido omnipresente. "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio" escribió Camus en "El Mito de Sísifo". "Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía."

El suicidio es pues la primera opción. Si nada tiene sentido, ¿para qué vivir? Sin embargo el sólo hecho de pensar y de expresarse es ya tomar partido por la vida. "Respirar es juzgar" dice Camus. "La única actitud coherente basada en la no-significación sería el silencio, si el silencio, a su vez, no significase. La absurdidad perfecta trata de ser muda". Es decir, si usted ha continuado leyendo hasta aquí es porque también ha descartado esta opción y ha dejado el frasquito de estricnina sobre la mesa. Pasemos, pues, adelante.

Hemos decidido vivir y por lo tanto tomamos una posición ante la incoherencia del mundo. Como Maldoror, hemos "recibido la vida como una herida y prohibido que el suicidio cure la cicatriz." Sin embargo el problema no está resuelto ¿Cómo enfrentar el vacío? Camus, a grandes rasgos, nos describe tres actitudes: el nihilismo de Nietzsche, el estado de gracia que algunos encuentran en la religión, y la rebelión.

Tomando a Nietzsche como encarnación del nihilista, Camus resume:
"[...] ¿Cómo se puede vivir libre y sin ley? El hombre debe responder a este enigma bajo pena de muerte.
Nietzsche, por lo menos, no deja de hacerlo. Responde, y su respuesta está en el riesgo: Damocles nunca danza mejor que bajo la espada. Hay que aceptar lo inaceptable y que atenerse a lo insostenible. Desde el momento en que reconoce que el mundo no persigue fin alguno, Nietzsche propone que se admita su inocencia, se afirme que no se le juzgue pues no se le puede juzgar por intención alguna, y que se reemplacen, por consiguiente, todos los juicios de valor por un solo sí, una adhesión total y exaltada a este mundo. Así, de la desesperación absoluta surgirá la alegría infinita, de la servidumbre ciega la libertad despiadada."
Sin embargo, y como advierte más adelante en El Hombre Rebelde, esta actitud es la misma que conduce a Hitler y Mussolini, "[...] los primeros que han construido un Estado basándose en la idea de que nada tenía sentido y que la historia no era sino el azar de la fuerza." Las acciones no tendrían más justificación que la fría eficacia, cuyo mayor ejemplo es Aschwitz (y Wall Street, me atrevo a añadir). En resumen, terminamos de nuevo en el suicidio pero sólo después de haber consumado el Apocalipsis.

Abandonemos pues este camino que nos lleva de nuevo a la destrucción. Ante el sufrimiento del niño, el alma humana exige una respuesta. La religión cristiana, según Camus, nos reconforta con la idea de que Dios también ha sufrido el destino de los hombres. Cristo desde la cruz nos obliga a la resignación. "En cierto sentido, la amarga intuición del cristianismo y su pesimismo legítimo en cuanto al corazón humano consisten en que la injusticia generalizada es tan satisfactoria para el hombre como la justicia total. [...] Si todo, sin excepción, desde el cielo hasta la tierra, está entregado al dolor, entonces es posible una extraña dicha." No hay duda de que la religiosidad del hombre es una búsqueda de justificación ¿Pero es la resignación una respuesta satisfactoria ante la injusticia? Al respecto recomiendo un artículo de Leonardo Boff, escrito pocos días después del tsunami que afectó el sudeste asiático y que es un ejemplo dramático de la presencia del absurdo en nuestras vidas.

Nos queda entonces - y siempre de acuerdo con Camus- un sólo camino: la rebelión.
"En la rebelión el hombre se supera en sus semejantes, y, desde este punto de vista, la solidaridad humana es metafísica. [...] En la experiencia absurda el sufrimiento es individual. A partir del movimiento de rebelión, tiene conciencia de ser colectivo, es la aventura de todos. El primer progreso de un espíritu extraño consiste, por lo tanto, en reconocer que comparte esa extrañeza con todos los hombres. [...] esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo, luego nosotros somos."
Pero, ¿contra qué se rebela el rebelde? ¿Es la rebelión del esclavo la misma que la del artista? Camus responde:
"La insurrección humana, en sus formas elevadas y trágicas, no es ni puede ser sino una larga protesta contra la muerte, una acusación rabiosa contra esa condición regida por la pena de muerte generalizada. En todos los casos que hemos encontrado la protesta se dirige contra todo lo que en la creación es disonancia, opacidad, solución de continuidad.
Se trata, por lo tanto, en lo esencial, de una interminable reivindicación de unidad. La negación de la muerte, el deseo de duración y transparencia, son los resortes de todas estas locuras, sublimes o pueriles ¿Es solamente la negativa cobarde y personal a morir? No, pues muchos de esos rebeldes han pagado lo necesario para estar a la altura de su exigencia. El rebelde no pide la vida, sino las razones de la vida. Rechaza la consecuencia que trae consigo la muerte. Si nada dura, nada está justificado; lo que muere está privado de sentido. Luchar contra la muerte equivale a reivindicar el sentido de la vida, a combatir en favor de la regla y de la unidad."
O quizás la respuesta sea mucho más sencilla: a un joven a quien habían atrapado pintando un graffitti en una pared le preguntaron por qué lo había hecho. Encogiéndose de hombros, respondió:

- Por joder.

3 Comments:

Blogger Martín said...

Compadre! acabo de entrar a este su Diurno, pero lo dejo para después! Me voy a donde Henry S. que escribe mas corto. Un abrazo!

04 septiembre, 2005 21:53  
Blogger Henry S. said...

Excelente. Acudiré fiel cada domingo a esta interesantisima cita.

05 septiembre, 2005 20:08  
Blogger Martín said...

Compadre, lo lei y hasta casi lo entendi todo! jaja. Ya que pude, me pasare con Nacho todos los domingos por aqui a visitarlo. Esta muy bueno el post. No se porque, pero el ultimo parrafo sobre la rebeldia me hizo relacionarlo con el amor. "Amor, esa palabra"

06 septiembre, 2005 12:54  

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