EL VIAJE EXTERNO. EL VIAJE INTERNO. EL VIAJE ETERNO.
Unas semanas atrás, en una carta a una amiga escribí la siguiente reflexión:
"Todo viaje externo, físico -si es un verdadero viaje- tiene como complemento otro de tipo interno, espiritual. Generalmente éste sucede a aquél, y se prolonga por mucho más tiempo. Ahora tengo la poco frecuente oportunidad de vivir los dos simultáneamente. Perderme solo entre las calles de una ciudad desconocida me ayudan a conocer mejor esa otra ciudad que llevo dentro[…]"
Hace pocos días he culminado el primero, que me llevó a dos ciudades que desconocía y en las cuales me he sentido como en mi propia casa. Ambas hermosas. Ambas demasiado gigantescas para conocerlas en tan pocos días. Y ambas, tristemente, en regiones de aire transparente vuelto impotable por el hombre.
Ahora continúo el otro viaje, de destino incierto o simplemente sin destino alguno, lleno de objetos encontrados sin haberlos perdido, de hallazagos y reflexiones y memoria y sombra y tiempo. De éste poco sé, tan sólo que me hará soportar los duros meses de tedio y soledad que tengo frente a mí.
Además de eso únicamente dos cosas, hasta ahora, he sacado en limpio. La primera, importantísima, es la hermosa imagen que me regaló la amiga a quien dirigí el mensaje con que inicio esta nota, y que compara el espíritu de las personas con ciudades que hemos visitado o queremos visitar.
La segunda es una nimiedad, un ejercicio que me impongo de pensar en voz alta y que no sé si mi timidez y mi pereza me permitan cumplir con regularidad: iniciar este blog.
"Todo viaje externo, físico -si es un verdadero viaje- tiene como complemento otro de tipo interno, espiritual. Generalmente éste sucede a aquél, y se prolonga por mucho más tiempo. Ahora tengo la poco frecuente oportunidad de vivir los dos simultáneamente. Perderme solo entre las calles de una ciudad desconocida me ayudan a conocer mejor esa otra ciudad que llevo dentro[…]"
Hace pocos días he culminado el primero, que me llevó a dos ciudades que desconocía y en las cuales me he sentido como en mi propia casa. Ambas hermosas. Ambas demasiado gigantescas para conocerlas en tan pocos días. Y ambas, tristemente, en regiones de aire transparente vuelto impotable por el hombre.
Ahora continúo el otro viaje, de destino incierto o simplemente sin destino alguno, lleno de objetos encontrados sin haberlos perdido, de hallazagos y reflexiones y memoria y sombra y tiempo. De éste poco sé, tan sólo que me hará soportar los duros meses de tedio y soledad que tengo frente a mí.
Además de eso únicamente dos cosas, hasta ahora, he sacado en limpio. La primera, importantísima, es la hermosa imagen que me regaló la amiga a quien dirigí el mensaje con que inicio esta nota, y que compara el espíritu de las personas con ciudades que hemos visitado o queremos visitar.
La segunda es una nimiedad, un ejercicio que me impongo de pensar en voz alta y que no sé si mi timidez y mi pereza me permitan cumplir con regularidad: iniciar este blog.
2 Comments:
Aplaudo ese proposito.Es bueno leerle, pero leer lo que sale de dentro. Nos gustaban los títulos de Cetaceo o lo sueños de la parte de Guy Monod, pero ahora llega el dia y la cosa se pone buena.
¡Qúe buen texto el de la carta!
Por este post y por algunos de Maito y Martín, Altazor colgó en El Azar Concurente y en Isla de Robinson unos fragmentos influidos por Guy Monod. Eso suele ocurrir dentro del neonachismo, como lo sabe Henry S.
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